Alberto Ortiz reside actualmente en Dublín, donde completa sus estudios universitarios en su etapa final. Ha estado residiendo en Guadaira hasta hace unos meses y su recuerdo del Colegio le lleva al comienzo de su carrera: «Para un chico de dieciocho años, el paso del colegio a la Universidad se hace duro, ya que supone dejar atrás la casa y el ambiente en el que te has movido siempre…»
Procedencia: Cáceres, Extremadura.
Estudié: Doble Licenciatura en Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Sevilla.
Promoción Guadaira: (2008-2012).
Mi Decano fue: Francisco García Galindo, Miguel Martínez de Lahidalga, Juan Alberto Nieto y Sebastián Pérez Cuesta.
Ocupación actual: Estudiante de último curso de ADE en la DCU Business School (Dublin City University).
¿Qué valoras más de tu etapa universitaria?
Guadaira es probablemente el factor más decisivo en mi paso por la Universidad, por lo que me quedo con tres cosas: los amigos, que conservaré de por vida; las virtudes humanas adquiridas en el día a día del Mayor; y, finalmente, la formación humana, académica y espiritual que se me proporcionó en Guadaira.
¿Qué representó Guadaira en tu etapa universitaria?
Guadaira fue mi hogar y sus habitantes mi segunda familia. Para un chico de dieciocho años, el paso del colegio a la Universidad se hace duro, ya que supone dejar atrás la casa y el ambiente en el que te has movido siempre. El Colegio Mayor consiguió que ese fuerte cambio sólo aportara consecuencias positivas.
¿Un recuerdo especial?
Prefiero los recuerdos cotidianos, los ordinarios: conversaciones eternas en la habitación de cualquier residente, tertulias, cervezas en «Los Monos»… Pero también recuerdo con especial cariño algunos eventos especiales como la fiesta medieval, la clausura del último curso o la JMJ de Madrid con los residentes de Guadaira como voluntarios.
¿Un mensaje para los colegiales actuales?
Que expriman la naranja al máximo, que no dejen pasar la oportunidad de formarse en todos los ámbitos, que no se pierdan las tertulias y las meditaciones, que abandonen los prejuicios. Y que disfruten; ya que los años en Guadaira los recordarán de por vida como algunos de los años más felices. Además, lo que aprendan o mejoren marcará sus futuros pasos. Se trata de una aventura que merece la pena emprender.