El pasado diecisiete de este mismo mes, tuvo lugar el acto de apertura de curso 2015-2016. Desde AG queremos destacar la imposición de la beca de honor a Ignacio Rodríguez Más. Un residente del pasado curso que descubrió la esencia de un Colegio Mayor en su último año de carrera. La dirección y el pleno del patronato decidieron concederle la beca de honor en reconocimiento a su buen hacer el pasado curso.
En palabras del director:
“Nacido en Málaga, terminó el pasado curso la carrera de publicidad en la Universidad de Sevilla. Es el más conocido de nuestros residentes ya que ha vivido este último año de carrera en Guadaira.
Una antigua vicerrectora de estudiantes de la Universidad de Sevilla Doña Rosario Rodríguez Díaz, también becaria de honor de este colegio, en un acto de apertura de curso aquí en Guadaira, nos habló de las tres C que caracterizan al buen universitario. La C de Curiosidad: ese deseo de saber, de conocer, de aprender. La C de Conexión: conectar saberes, unir distintas ciencias y la C de Comunicación: saber hablar, escribir…
Las tres C se dan en Ignacio. Como buen universitario estaba lleno de inquietudes. Para él nada en Guadaira le era ajeno: todo fue iniciativa, espíritu de servicio, cercanía, saber estar, solucionar conflictos, despertar inquietudes, fortalecer hábitos, madurar en una palabra. Involucrado en todas las actividades del mayor, supo sacarle el máximo partido a su último año universitario y ganarse el cariño de todos los que vivimos en esta casa (…)”.
Por ello y como es en este momento cuando la Agrupación, de la que ya formas parte como antiguo residente, cobra especial relevancia, queríamos que compartieras con nosotros un poco de su breve pero, intenso curso en Guadaira.
Ignacio, becado de honor. Compartes la misma beca que un cardenal, catedráticos, directores de grandes empresas… ¿Qué crees que le has aportado al mayor para recibir la beca?
– (Risas). Yo lo veo al revés. Ha sido el colegio el que me ha aportado a mí. Guadaira es simple. En cuanto dejas que te aporte, aportas automáticamente. La cuestión está en dejarse. Salir de nuestra zona de confort. El resto sale solo.
Si entre todos los momentos vividos en el mayor tuvieras que escoger dos, ¿cuáles serían?
– La verdad que ésta es complicada. En primer lugar, me quedo con todas las buenas conversaciones que he tenido. He aprendido de todos. Siempre que quieras, Guadaira te enseña a escuchar. Y eso es clave. En segundo lugar, me quedo con el acto de imposición de la beca. No por la beca, que también, sino por la gente. Es increíble volver a un sitio después de cuatro meses y que te reciban con los brazos abiertos.
Si no recuerdo mal, el año que entraste en Guadaira conseguiste una beca Erasmus para poder irte hacer el último año de carrera en el extranjero pero, preferiste quedarte aquí. ¿Por qué?
– Llevaba un par de años viviendo en piso. Mi padre, que bien me conoce, me planteó la posibilidad de rechazar el extranjero. A cambio, me ofreció terminar mi último año de carrera en Guadaira. Tenía veintitrés años y esa opción la veía desfasada. Normalmente uno va al colegio a principio de su etapa universitaria, y no al final. Acabé decantándome por rechazar esa beca y quedarme en Sevilla. Había algo que me decía que no me iba a arrepentir. A la semana de llegar a Guadaira, tenía las maletas hechas para irme a un piso. No quería estar allí. Al final, con un poco de todos, me convencieron. Y menos mal.
El año que viviste aquí ha recibido elogios, colocándose entre los mejor años que recuerdan algunos de dirección que llevan aquí muchos años. ¿Cuál crees que fue la clave?
– Lo que hay detrás de un trabajo bien hecho, son personas. Y tanto dirección como residencia han sabido dar de sí. Por parte de la mayoría, había un espíritu de mejora constante. He visto un par de casos en residentes que me han dejado sin habla. Increíble lo que uno puede llegar a superarse. Eso es el motor de todo. Que haya espíritu de crecimiento. Tanto en lo académico como en lo humano. En estos años de madurez, ambas cosas deben ir de la mano. Sería triste rascar al cabo de los años el título universitario y ver que solo eres un número.
Ignacio, como bien dijo el director, has estado involucrado en todas y cada una de las actividades que se desarrollaron en el colegio. Te hemos visto componer canciones, ponerte talco en el pelo para hacer un video felicitando a Enrique, todos hemos leído tus secciones en Guadazine… ¿Te has quedado con ganas de hacer algo?
– (Risas). En absoluto. Pero sí que echo de menos todas las cosas que hice. Nuestras charlas interminables, las tertulias con café, las noches de guitarra, el ambiente de familia, en fin… No es plan de ponerse nostálgico ahora.
¿Qué le dirías a los nuevos residentes de este curso y futuros que vivan en el mayor?
– Sigo pensando que no soy ejemplo de nada. Pero que abran la mente. Hay que salir de lo cómodo. Que aprovechen esos años de configuración personal para encontrarse a sí mismo. Que crezcan en lo humano. Un título universitario lo tiene cualquiera. Que se hagan preguntas. Y que no se conformen con cualquier respuesta. Que aprovechen la capacidad de asombro que aún tienen para fijarse retos interesantes. Que lean a los clásicos y que escuchen a los mayores.
En el acto de apertura quizás te quedaste con ganas de decirles algo a los que hicieron de este curso pasado un curso especial. Si quisieras decirles algo adelante.
– Daros las gracias por dejarme aprender de todos y cada uno de vosotros.